Me
llamo Felipe y, aunque estoy colaborando en este proyecto del GeoBarrio
como coordinador, el ámbito que realmente conozco es el de la estética.
Quiero
dejar aquí algunos pensamientos que he tenido al realizar las encuestas de autoevaluación barrial.
Mi
comprensión de la Ciudad es la de alguien que intenta expresarse a través de la
música y la escritura. Un escenario me resulta más familiar que las calles.
Esto quiere decir que he venido teniendo un cierto encierro mental que, en
determinado momento, necesité romper. Y mi forma de romperlo fue aventurándome
a las calles, a mirar, a preguntar, a enterarme de cómo es el Quito que ignoro
(es decir la casi totalidad de Quito).
Este
proyecto del GeoBarrio para tener barrios bonitos, fue como una puerta de
salida para mí. Y descubrí que aquello que frenaba mi desarrollo estético, es
lo mismo que frena el desarrollo de la ciudad: un cierto encierro mental. No poder mirar desde lejos. No saber
cómo son las cosas en mi propia calle… Pero también no decir nada, no mostrarme.
Descubrí
que toda la burocracia que implica expresarse en el ámbito estético, es el
mismo tipo de burocracia que implica expresarse en todo ámbito. Hay un
pensamiento general que frena la expresión del individuo en demasiadas áreas y
es un pensamiento viejo, un ánimo de la ciudad, que no tiene que ver con
política ni ningún fundamentalismo, sino que es algo más profundo: el carácter
de la ciudad, su idiosincrasia. Hay una tendencia al encierro, a no comunicarse
y a rechazar lo que es distinto. Lo sabemos. Luego de los cientos de encuestas
que hicimos en Chiriyacu y Atahualpa, si hay algo que quedó claro es que todos los
vecinos saben que el problema esencial es, precisamente, la incomunicación.
Si
nadie escucha a nadie, el principal efecto es que se desvanece la memoria. Imaginemos
nuestra ciudad como si fuera una persona, una sola Mente. Si lo que ocurre al
individuo es lo mismo que ocurre a un grupo humano, hoy es como estar viviendo
en el interior de alguien afectado de alzhéimer.
Nos vamos olvidando de todo, volvemos a errores del pasado, el cuerpo de la
ciudad se deteriora en la inconsciencia, hay caos, la música, por ejemplo, va enmudeciendo
(¿quién era Carlota Jaramillo, la he oído nombrar, he escuchado todas sus
grabaciones, podría reconocerla en una fotografía, cómo murió, dónde vivió,
cantaba siempre sola, era valiente, cómo sobrevivió al machismo de su época?)
Hay una neblina de olvido y memorias inconexas, violencia innecesaria, acciones
sin sentido, decisiones mal tomadas, un cerebro desorientado.
Son
demasiados síntomas.
La
desconexión entre nosotros mismos, ocurre en un grado demasiado elevado. Y pienso
que cualquier cosa en demasía termina siendo autodestructiva, se desequilibra y
se rompe.
Comenzar
a expresarse, tener voz en la ciudad y saber lo que piensan y sienten los
otros, es la única manera de ir bajando la intensidad de nuestra desconexión.
Es crucial lograr expresarnos y aprender a escuchar, mirar y entender a los
demás. Ampliar nuestra consciencia al asimilar lo distinto, encontrar gozo, por
ejemplo, en que al otro le gusten las rosas que yo odio.
Lo
que me atrapó del GeoCiudadano, es cómo el uso de un mapa puede ser, en realidad,
una herramienta de expresión y comunicación. Todo cambia y se aclara en la
mente al vernos ubicados en el mapa; mirar la casa que está en la calle que
está en el barrio que está en la ciudad que está en…
Y
luego, comenzar a leer ese mapa y entenderlo:
Aquí,
en este punto de la calle, estoy yo diciendo que roban siempre junto al estadio
y allá está mi vecino diciendo que hay licores clandestinos junto a su casa, o
que obligan a su hijo a comprar droga en la puerta de la escuela.
Ya
no soy yo encerrado en una habitación frente a la TV o frente a la computadora
o enfrascado en la tablet. Soy yo en un contexto, en un ambiente. Y ese
ambiente está descuidado. Y es tan urgente reparar ese ambiente, hacerlo bonito
y recuperar la memoria, que esperar que otra persona (un vecino, el municipio,
etc.) venga a solucionarlo es, literalmente, infantil. No hay necesidad de cometer
ese error, ya demasiadas veces cometido. No hay tiempo que perder. Es necesario
tener iniciativa. Hay mucha gente sufriendo por el estado en que está la
ciudad. Personas con miedo de salir a la calle, o totalmente perdidas (es
decir, sin mapa). Hay demasiados jóvenes que esperan expresar su existencia, no
ser atropellados y vivir a plenitud.
No
me parece una utopía creer que la diversidad de individuos en estado de
plenitud pueda encontrar un equilibrio pacífico. Pienso que eso es lo natural.
¿Han trabajado en teatro? Cada vez que una obra de teatro, o un concierto de
música, logran realizarse y se vuelven como una luz en la memoria, es demostración
de que las personas podemos vivir tranquilas, sin negarnos. Podemos estar en el
mismo espacio, de forma armoniosa, en acción. Pienso que no hay
diferencia entre la escena y la vida cotidiana, que la estética es para cada
minuto de la vida.